La crisis de 1873 se considera la mayor crisis del siglo XIX, y se inició en la Bolsa de Viena debido a un periodo de especulación. La crisis fue única porque no se originó en Gran Bretaña sino en Europa continental y Estados Unidos. El colapso de las acciones y los bancos condujo a un prolongado periodo de debilitamiento del crecimiento económico, lo que hizo que muchos países se apartaran de las políticas de libre comercio y volvieran a prácticas proteccionistas. La crisis duró más de dos décadas y marcó la cesura entre el periodo del capitalismo de libre competencia y el capitalismo monopolista.
Cómo ocurrió
Cronológicamente, la crisis comenzó en Viena a principios de la década de 1870, tras el establecimiento del Imperio Austrohúngaro y el rápido desarrollo económico que le siguió. La especulación alcanzó su punto álgido en el otoño de 1872, y el 1 de mayo de 1873 el emperador Francisco José inauguró la Exposición de la Flor en Viena, a lo que siguió el desplome de las acciones, especialmente en las compañías ferroviarias.
La crisis se extendió rápidamente al extranjero, afectando a países como Alemania y Estados Unidos. En Estados Unidos, el pánico comenzó en otoño de 1873, con el cierre de la Bolsa de Nueva York durante diez días debido a una oleada de pánico. La Jay Cook Company, una destacada institución financiera, se hundió, lo que provocó nuevas quiebras y una fuerte caída de las acciones de las compañías ferroviarias. La crisis contribuyó a aumentar el desempleo y el sentimiento antiinmigración, ya que muchos culparon a los inmigrantes de la recesión económica.
En otros países, como Francia, la crisis fue menos grave, sin pánico bancario pero con un colapso más leve de la industria. Rusia experimentó un claro estancamiento ya en 1872, mientras que el City of Glasgow Bank del Reino Unido se hundió en 1873. La crisis llevó a muchos países a cuestionar sus políticas de libre comercio, y algunos introdujeron aranceles protectores para proteger sus economías del impacto de la recesión.
Consecuencias para la economía mundial
Las consecuencias de la crisis fueron graves y tuvo un impacto significativo en la economía mundial. La crisis dio lugar a un prolongado periodo de depresión, desempleo y protestas públicas, que condujeron al auge del sentimiento antiinmigración y al cuestionamiento de las políticas de libre comercio. Muchos países introdujeron aranceles protectores, y la crisis marcó la cesura entre el periodo del capitalismo de libre competencia y el capitalismo monopolista.
El lento camino hacia la recuperación
En Estados Unidos, el Presidente Ulysses S. Grant introdujo una serie de medidas destinadas a estimular la economía, entre ellas la creación de una comisión para estudiar el impacto de los aranceles protectores en la economía. También trató de promover la expansión del sistema ferroviario, creyendo que proporcionaría puestos de trabajo e impulsaría el crecimiento económico.
En Alemania, el Canciller Bismarck introdujo una serie de reformas sociales y económicas destinadas a estimular el crecimiento económico, entre ellas la expansión del sistema ferroviario y la introducción de aranceles protectores. Bismarck también trató de reforzar la posición de la clase trabajadora, introduciendo programas de bienestar social que ayudaron a reducir la pobreza y mejorar el nivel de vida.
En Austria-Hungría, los políticos intentaron promover el crecimiento económico invirtiendo en infraestructuras, como la construcción de nuevas líneas ferroviarias y la ampliación de la red telegráfica. También introdujeron aranceles protectores para proteger a las industrias nacionales de la competencia extranjera.
Comparación con la economía actual
La economía actual se enfrenta a muchos de los mismos retos que estaban presentes durante la crisis de 1873, como el impacto de la globalización y el auge del proteccionismo. Sin embargo, podemos aprender de la crisis que la intervención gubernamental en el libre mercado no siempre es la mejor solución, y que dejar que el mercado se corrija a sí mismo puede conducir a una economía más fuerte y resistente. La crisis también pone de relieve la necesidad de un crecimiento económico sostenible que beneficie a todos, no sólo a unos pocos privilegiados.
Las lecciones aprendidas de la crisis de 1873 siguen siendo relevantes para la economía actual, y es importante que las tengamos en cuenta a la hora de afrontar los retos económicos actuales. Debemos seguir promoviendo el libre comercio y la competencia, reconociendo al mismo tiempo la necesidad de una normativa que garantice la igualdad de condiciones para todos los participantes en el mercado. De este modo, podemos lograr un crecimiento económico sostenible que beneficie a todos y evite los escollos de una excesiva intervención gubernamental en el libre mercado.